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lunes, 9 de mayo de 2011

La despedida

Estábamos en Ay qué rico! Nuestro rincón, después de que la Andrea y yo nos escapamos de clases y nos fuimos al cine a ver la película de las diez. Como a eso de las doce y pico buscamos hartazón y voilà, fuimos a dar al restaurante ese, que en las noches es bar karaoke.
Llegamos ese día de la despedida y todos alborotados, el Toño llegó con una caja llena de milhojas, la Sandra llevaba una su olla llena de horchata de morro, la Andrea llevaba la piñata de la Bellota, (la chica súper poderosa), el Calín llevaba los dulces, el Oliver era el camarógrafo, la Diana Figueroa llevó los cubiertos, la Diana Melara era la cantante, la Jany era mi estilista, el niño Cardoza llevaba los juguetes para  los concursos. Yo de pícara llevaba una mi botella de Venado, que supuestamente íbamos a mezclar con la horchata pero al final nos tomamos el puro guaro. La Alejandrita llegó un poco tarde porque dice que pasó al Selectos a comprar unos dulces y a San Miguelito a comprar las bolsitas para meter los dulces, unos globos y una galleta diana de vainilla, entre la Damaris y la Roxana prepararon los sanwis de puro repollo por supuesto, apenas los untaron de mayonesa, esa era una resequedad inmensa, pero la intención es la que cuenta. A la Diana Melara se le olvidó que había comprado sorbete Río Soto y se estaba deshaciendo la carambada y ella bien feliz ensayando las canciones cuando el niño Cardoza se dio cuenta que el piso estaba cambiando de color, entonces le avisó al Oliver y fueron a meter esa aguadencia al refri de Ay qué rico, efectivamente tuvieron que sacar el sorbete en unos depósitos plásticos que nos prestó el don porque de lo contrario no cabía la gran caja de sorbetillo...Y a la Diana Melara se le olvidaron los conos, entonces la Diana Figueroa corrió al Selectos de la Zacamil a conseguir unas dos docenas de conos.
Al Toño se le olvida llevar la pita para amarrar la piñata, y le pregunta al dueño del Ay qué rico si tenía alguna su pita, el maitro amablemente le dice que no. Pues entonces mandó al niño Cardoza a San Miguelito por una pita para tender ropa, el niño Cardoza se niega ante las órdenes que le da el Toño, pero fue y regresó con la pita. Pues guindaron la piñata en el centro del restaurante, era bien chola pero no pesaba, una aguadencia consiguió la Andrea  para que le saliera más económico la fabricó ella misma. Pero teníamos piñata y eso era lo importante. Calín sacó los dulces de vaquita, o los famosos de la dulcería americana, de esas grandes bolsas de a 4 pesos más o menos, las que traen sorpresitas para niños y niñas, el Oliver como es bien bayunco se le ocurrió que le metiéramos harina, ta bueno pues, le aceptamos la idea con tal de hacer el relajo más grande.
La Andrea tenía una sorpresita, llevaba de las azucaritas de fresita, uvita, limón y piña, de las que comprábamos en la escuela cuando éramos niños, se las echamos a la piñata. La Diana Figueroa dijo que ya era hora de almorzar, que sacáramos las milhojas de la caja y las repartiéramos junto con los sanwis, la Sandra se fue hasta la cocina del Ay qué rico a endulzar la horchata porque a la muy graciosa se le ocurrió echarle el yelo antes y esa cuestión se hizo simple, le fue a pedir azúcar a la señora que hace la comida. Entre todo eso la Jany estaba en el baño conmigo, va de darle a la plancha de pelo para que quedara irreconocible para el momento de las fotos y los videos, me echó un maquillaje bien pintoresco y quedé lista. La Diana Melara estaba en  una esquina repasando los cantos que iba a amenizar en la fiesta y las otras bichas sólo se le quedaban viendo. Al fin estuvo lista la horchata y Toño empezó a sacar las milhojas de la caja y nos dedicamos a comer, las milhojas tenían curuncas y el Toño ni cuenta se daba. Acabamos el relajo de la comida y era hora de la piñata y los juegos. Amablemente el dueño del Ay qué rico nos hizo un espacio para nosotros y puso al sirviente a que quitara las mesas y bancas para empezar a reventar la piñata. La primera y la única en darle fui yo, porque esa babosada estaba bien aguada que no resistía otro leñazo más y con el peso de los dulces estaba a punto de caer al suelo, pues todos los monos cuando vieron que la piñata venía encima de mí, se encaraman en mis patas y empiezan a manearse y a pelearse por las sorpresas y azucaritas, total me dejaron sólo viendo. El niño Cardoza sacó la bolsa de los juguetes y amenizó los juegos junto con la Sandra, nos hicieron el juego de las sillitas, ese de haz lo que oyes y no lo que miras y muchos más, yo me gané una muñeca de a dólar, el Oliver se ganó un set de motos y la Jany se ganó un set de maquillaje. Todo estuvo bien chivo.
Ya eran como las 5 de la tarde y todos estábamos ajolotados porque el chuzón de la 26 a esa hora pasa recargado, además el dueño del Ay qué rico estaba desesperado por tanto relajo y nos hacía caras feas como que no quería que volviéramos por ahí. Quitamos rápido el desorden, como es de costumbre, y era el momento de agradecer a los bichos esos la despedida que me habían dado. Pero eso no era así nomás, ellos cariñosamente me habían llevado regalitos, el primero en darmelo fue el Oliver, que apareció con un gran llavero que tenía una foto de los dos y que decía: Cuidese hermana Rociyo y à très bientôt...Después abrí el que me dio la Andrea, eran unos tulipancitos anaranjados y adentro venía una carta de amor, que no era para mí, se equivocó y en vez de darsela al marido me la echó en mi regalito, pero no importa, iba dedicada para mí también. La Diana Melara me puso un cd´s de canciones inéditas, entre ellas Hijo de la luna, cantada con la Jany en francés...La Jany me regaló un vale para pollo campero y me dijo que un día antes que me fuera pasara por el pollito para envolverlo en papel de empaque y llevarlo a comer allá, además me regaló un set de peines finos para no perder el caché y con eso de que yo sólo la mano me paso para peinarme. El Toño me regaló un ciento de naranjonas, de la que hay en su terreno y me llevó también 25 nísperos y 10 mangos, para ir a hacer cocktailito de frutas. El Calín me dio un nuevo testamento para no perderme del camino de la palabra viva, y en la primera página del librito decía: Poderío, la típica frase de Calín. La Sandra me dio unas argollas de esas bien cholas que se pone ella. La Damaris me regaló unas pupusas de los planes. La Alejandrita me dio una planta, como si yo cuidara las plantas...La Roxy me regaló una almohadita de un hipopótamo rosado fucsia, ese que hizo de muestra ella para el comercio, bien económica, no quiso gastar. La Diana Figueroa me regaló una hielera para que la anduviera siempre cuando fuera a las celebraciones. El niño Cardoza me regaló un perico, otro, como si a mí me gustaran los animales. Después de abrir los dichosos regalos empezó la chilladera, la primera fue la Andrea, y al verla a ella sintieron envidia los demás, de ahí sale Oliver, junto con él Toño que lo abrazaba finamente y junto con el niño Cardoza hacían un trío de llanto, la Sandra no paraba de reírse, esa ríe en vez de llorar. La Alejandra era mal influenciada por la Damaris, aunque ella quisiera reírse la Damaris le decía que no valía la pena, ah y la Roxy agarró el hipopotamito para limpiar sus lágrimas. La Jany y la Diana Melara mejor se fueron al baño a dramatizar el llanto, la Diana Figueroa fue la única que no lloró por mí. Y se nos hizo tarde, pasé comprando al centro una bolsa de basura para meter los obsequios, todos antes de despedirnos quedamos de acuerdo para ir juntos al aeropuerto. Al día siguiente estábamos con una gran goma, pero teníamos que cumplir con semejante viaje, los bichos pasaron por mi cantón y me ayudaron a subir los sacos, evidentemente sólo yo podía ir en la cabina del carro. Tenía que estar en el aeropuerto como a eso de las dos de la tarde, creo que los bichos se tostaton un poquito, cuando llegamos al aeropuerto alguien de bayunco me puso las de Vicente Fernández, creo que fue Toño y empezó otra vez la chilladera. Nos tomamos muchas fotos para el recuerdo, la pícara de la Damaris, nos grababa un video y seguramente lo subirá a yuotube para que nos de vergüenza. Los bichos se quedaron conmigo hasta que despedó el aparato volador, los salude desde la ventanilla y esa fue la cálida despedida antes de pisar otra tierra. Sinceramente no hay otros compadres y comadres como ellos y ellas.  Se lucen hermanos.

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